lunes, 7 de diciembre de 2015

martes, 2 de junio de 2015

ESTRELLA Y EL CALEIDOSCOPIO de Lila Calderón


ESTRELLA Y EL CALEIDOSCOPIO
 de Lila Calderón
Presentación 
 María Loreto Mora Olate
Universidad del Bío-Bío

“Chillán Poesía”. Sala Schäfer, Centro de Extensión, Universidad del Bío-Bío, Chillán, 22 de abril de 2015.




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Busco si se me quedó una página enredada, pero no, la historia llegó a su fin en el capítulo nueve…¿Es idea mía o es curioso que una novela no termine en un capítulo par?  Y mientras cierro el libro, con un nudo en la garganta,  miro el paisaje de la carretera cinco sur que separa mi tierra de la infancia y adolescencia, con este Chillán mío de la adultez. Y en este punto, me uno a la voz de Luis, protagonista de  “Estrella y el caleidoscopio” (2013, Zig-Zag) en su regreso, a través de este viaje en racconto, a su patria íntima de la niñez, que fue visitada por Estrella, nombre emblemático de la misteriosa y bella  niña gitana. Por alguna razón, el protagonista tiene conciencia que su testimonio puede resultarnos inverosímil y dice:  “todo lo que recuerdo de Estrella, es cierto, porque lo tengo escrito y dibujado en un cuaderno. La conocí hace muchos años, pero aún conservo el dibujo de la primera vez que la vi”
Cómo olvidar a una niña gitana con un vestido de velos de distintos colores, que peleaba con el viento porque le volaba la falda! Era como un espejismo que se balanceada entre la tierra y el sol de ese pueblo árido, seco y caluroso ¿Y si era solo yo quien la veía?(p.8).
En este viaje interior los jóvenes lectores, se encontrarán con una infancia que hoy escasea, ya que la de Luis transcurre en una aldea que goza permanentemente de una tranquilidad como de un domingo por la tarde,  con niños que ocupan el espacio público de la calle, para entretenerse en juegos como jugar a las escondidas, a las bolitas, al trompo, a contar historias de fantasmas;  permaneciendo inocentes de varios avances de la ciencia y de la tecnología, sin electricidad y sin imaginarse que el resto del mundo disfruta del séptimo arte. Con casas que mantenían sus puertas abiertas, sin miedo al otro, una realidad que se ambienta en algún pueblito de aquellos que aún quedan escondidos en nuestro país.
Por eso, la llegada de los gitanos rompe aquel equilibrio, y el relato pone en evidencia los arraigados prejuicios que la sociedad chilena ha manifestado acerca de esta etnia, más bien los adultos, cuyos discursos los niños replican; así Francisco, en relación con los gitanos afirma: “mi mamá dice que son los mismos que vinieron hace unos años, cuando yo era chico y…que traen cajas de magia…dicen que ven la suerte con cartas de naipes y que tienen una bola de vidrio donde se ve la fortuna y el más allá. Y que saben todo lo que te va a pasar en el futuro….” Ahora leemos la voz de Pedro: “Mi papá dice que traen cosas muy raras y que hay que tener cuidado, pero que está bien que vengan, porque le dan color y vida al pueblo”, dice Pedro. Si recordamos, en “Cien años de soledad”, es también un gitano, Melquíades, quien actúa como portavoz de las novedades; si en el pueblo de Macondo fueron  los imanes y el hielo, en este pueblo sin nombre, lo que marca un punto de quiebre es la llegada del cine.
Aquí Lila Calderón, luce su faceta audiovisual y construye con delicadeza y con notas de humor, el relato de los incrédulos y hasta confundidos habitantes de pueblo, quienes nunca en su vida habían escuchado siquiera, la palabra “cine”; el protagonista rememora el asombro de la primera función así:
Lo más impresionante de la película sucedió cuando se encendió fuego durante una fiesta nocturna; era tan real, que parecía que se incendiaría todo en unos segundos. Tanto, que una señora del público se levantó y fue a ver detrás del telón si no saltaban brazas que pudieran pasarse a los maderos de la cerca o a la ropa de la gente. Alguien gritó que los gitanos iban a incendiar el pueblo con el cine” (p.66).
Nuestra autora, alejándose del relato ramplón y moralizador de la literatura de antaño, no solo rompe con los prejuicios hacia los gitanos, más bien legitima la voz de este grupo humano, situándolos, más allá de la novedad y de la superstición, sino como fuente de conocimiento, ya que son ellos quienes nos relatan cómo surgió el cine, explicando su funcionamiento, casi con un  saber enciclopedista.
Son los gitanos también, cuales mediadores culturales, los encargados, por una parte, de acercar la civilización a los habitantes del pueblo, y por otra, de dar vida a la narración oral de relatos de su literatura vernácula,  como “Drácula” y la narración de las películas.  Este recurso del relato dentro del relato y el guiño intertextual, corroboran el empoderamiento de la voz  gitana. No obstante, y sin caer en una postura maniqueísta, nuestra autora no olvida la contracara y también aparece la voz del prejuicio y la desconfianza:
-Son húngaros-dijo la señora María, la mamá de Anita (…) seguro que algo nos van a pedir, ya sea agua o azúcar o cualquier cosa que se les antoje.
-¿Entonces si son húngaros no son gitanos?-preguntó Luis intrigado (…)
-No sé. Pero don Pepe dice que andan siempre de pueblo en pueblo, que así viven (…)
-¿No será que ahora vienen a quedarse para siempre, porque ya no tienen espacio en su tierra? –preguntó Francisco, muy preocupado- ¿Qué pasaría si empiezan a venirse así los húngaros y se quedan aquí y nos arrinconan y después nosotros tenemos que irnos a vivir en las carpas de ellos y ellos se quedan en nuestras casas… (p.14).
Dicho de otra forma, el relato pone en tensión dos culturas, por una parte,  develando nuestros prejuicios frente al otro, y por otra, nos  hace ver la realidad multicultural que nos hemos negado como país, y que actualmente la llegada creciente de inmigrantes pone como un  desafío social. Aquí está el caleidoscopio que recibimos de regalo por parte de Estrella, una clave de lectura ya instalados en el contexto del aula escolar, donde el texto literario funciona como elemento mediador intercultural, porque la lectura literaria viene a favorecer procesos educativos críticos frente a las actitudes discriminatorias, estereotipadas e intolerantes; estableciendo un puente entre culturas, que “contribuye a superar y abrir nuestro juicio crítico sobre los demás y nos abre a la aceptación de la diversidad”( Malik, B. y Sutil, M. 2013).
Y el relato novelesco, sin recurrir a una instrumentalización moral, naturalmente la evolución de los personajes, derivan en la aceptación mutua: “Con el paso de los días los gitanos comenzaron a hacerse amigos de todos los que habitábamos en el pueblo. Se acercaban hasta nuestras casas, ya sin temor alguno de ser rechazados, para ofrecer vernos la suerte o contarnos películas que se proyectaban en otros países. Ya nadie hablaba con desconfianza de ellos y mi mamá, que nunca había tenido prejuicios, ayudó a que se iniciara una buena convivencia con estos singulares visitantes” (p.80)
El nombre de Estrella, ya aporta con el carácter emblemático del personaje: la figura principal del espectáculo circense, el primer amor,  y a pesar de su paso fugaz, dejó una especie de polvo de estrellas, que cual miguitas de pan como en “Hansel y Gretel”, marcaron el destino vocacional de Luis con el caleidoscopio, el  particular regalo que recibió por parte de la niña. Asumiendo la paradoja, en ese sentido, la niña romaní  fue una estrella perenne para Luis aún en su adultez.
Los lectores podrán descubrir que Luis y Estrella, nunca hablaron solo intercambiaron miradas y un obsequio, un amor platónico en ese tránsito de la niñez a la adolescencia, tema que pareciera estar un tanto ausente en la literatura chilena para los no tan niños. Me atrevo a decir que existe cierta deuda con aquellos lectores  que están en dicho tránsito, más aún en tiempos donde la pulsión social insiste en acortar la infancia. En la actual oferta literaria hay un salto brusco entre los relatos de fantasía pura propios de la niñez y las historias de amor entre vampiros, de jóvenes que batallan contra una enfermedad, que los adolescentes devoran.
Por eso estimo, que la novela  “Estrella y el caleidoscopio”, viene a llenar dicho vacío generacional y temático, al abordar la temática del amor platónico, en las postrimerías de la infancia, desde una focalización de la remembranza, pero que a la vez, pone perspectiva  al niño/a lector que hoy vive esa experiencia de amor, y que formará parte del tesoro del recuerdo de la adultez de un hombre.
En este punto, percibo una ruptura del estereotipo aún arraigado en nuestra sociedad machista, en cuanto a educación emocional se refiere: la autora construye a un Luis adulto que nos habla de sentimientos, de emociones, evidenciando una memoria emotiva, casi romántica, que se permite este recuerdo íntimo, sensible, abriendo así una puerta a nuestros  lectores preadolescentes. No solo las mujeres tienen en determinada época un diario de vida, Luis también lo tuvo y lo conserva, quizás como muchas de nosotras. Como animador de la lectura observo que aquí se abre pretexto de diálogo con los adultos mediadores de la lectura, padres, profesores, bibliotecarios, cómo fue su experiencia de niñez, de las primeras ilusiones amorosas, de aquellos amores libres de la imagen comercial.
Sin duda que este relato novelesco abre un espacio para la narración del mundo interior en ebullición de Luis, donde todo preadolescente se sentirá identificado frente a esta sensación nueva del amor:
No podía dejar de mirar a la gitanilla que se peleaba con el viento, cubriéndose los ojos y bajándose la falda, tratando de arreglarse el pelo largo y tan negro como una noche de invierno (…) y yo me preguntaba cómo serían sus lágrimas. En ese momento no lo supe, quizás algún día lo descubriría…Había algo en ella que me llamaba  la atención y no podía quitarle los ojos de encima”. (p.10)
Es destacable que la novela también aborde el amor adulto, representado por la madre de Luis y el tío Guillermo, amor mirado con los  ojos de hijo un tanto celoso, relatándolo así: “El asunto es que a mi mamá le había comenzado a parecer tan simpático el tío (Guillermo) que ahora preparaba dulces y postres nuevos para cuando él nos visitaba… Risas iban y venían y yo no podía evitar que algo me molestara. Nina me dijo que yo estaba celoso y me hizo ver que los dos estaban solos y que todavía podían pensar en compartir una bonita amistad, que al final nos haría bien a todos”. (p.78)
“Estrella y el caleidoscopio” al poner sobre la mesa el tema intercultural, podemos ubicarla en la línea realista de la Lij latinoamericana, donde el especialista Luis Cabrera Delgado destaca que en género narrativos se pueden distinguir “particularidades en el orden temático-argumental” tales como el tratamiento de problemáticas sociales y la migración. Es así como,  Lila Calderón enfrenta al lector en tránsito hacia la adolescencia, con la verdad de lo cotidiano, poniendo en valor la naturalidad de la existencia de los matices de los pensamientos y sentimientos de los personajes que construye; y por qué no decirlo, rompe con el horizonte de expectativas del “final feliz”, al que nos tenía acostumbrados el antiguo paradigma de literatura para niños. 
Por el contrario, nos vemos enfrentamos a un final abierto, con algunos nudos que no se han resuelto, tal como en la vida misma.


Durante la presentación


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Referencias
- Cabrera, Lui. (2010) Panorama actual de la literatura infantil y juvenil en Latinoamérica. Actas del Congreso Iberoamericano de Lengua y Literatura Infantil y Juvenil, Santiago de Chile, 24 al 28 de febrero de 2010. Fundación SM. 225-225. Recuperado de http://www.fundacion-sm.com/ArchivosColegios/fundacionSM/Archivos/LIJ/132195_ACTAS_primera%20parte.pdf
- Malik, Beatriz y Sutil, Inmaculada. (2013). Comunicación intercultural y literatura en contextos educativos. Diversidad. Revista de estudios interculturales, 1, 40-63. Recuperado de http://www.uned.es/grupointer/COMYLITERATURA_malik_sutil_13.pdf
 





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ESTRELLA Y EL CALEIDOSCOPIO de Lila Calderón.
Presentación de María Loreto Mora Olate


lunes, 23 de marzo de 2015

URBATORIVM: ALFONSO CALDERÓN: DESDE EL BLANCO Y NEGRO ESCRIBIENDO A COLORES

URBATORIVM: ALFONSO CALDERÓN: DESDE EL BLANCO Y NEGRO ESCRIBIENDO A COLORES



Este año 2009, la cultura nacional ha pasado especialmente de luto: no llegarán a estar con nosotros en las celebraciones del Bicentenario el actor Jorge Guerra, el humorista Chicho Azúa, la actriz Yoya Martínez, el folklorista Lalo Parra, la folklorista Carmencita Ruiz, la actriz Helvecia Viera, el escritorMiguel Serrano, la escritora Matilde Ladrón de Guevara, el investigador Gerardo Claps, el cronista Sergio Ramón Fuentealba, el naturalista Juan Grau, el historiador Ascencio Ronda Gayoso, el músico Rhino González y el actor Emilio Gaete, entre algunos más.
Y otro de los que también partieron este año, con ellos, fue el cronista, novelista, poeta y antólogo Alfonso Calderón, peso-pesado en las artes escritas nacionales.
Calderón era un intelectual de aspecto adusto, serio, como varios representantes de la llamadageneración del 50; sus gafas parecían un muro más que una ventana, en una primera vista. Sin embargo, esto era sólo una falsa impresión, pues se trataba en realidad de un hombre increíblemente ameno, entretenido, poseedor de una cultura vastísima, por lo que quienes le conocieron recalcan siempre lo lejos que estaba de ser un personaje aburrido o parco. Y esta fluidez se refleja en sus escritos: gratos, agradables, instructivos y eruditos; de esos libros que uno preferiría fuesen más extensos aún, ojala interminables.
Muchos comparan el valor de Calderón en la historia literaria con el de Joaquín Edwards Bello, que fuera de alguna manera su mentor. Aunque ambos cronistas provenían de mundos políticos muy distintos, casi como en la relación entre Francisco A. Encina y Leopoldo Castedo, Calderón tiene algo de Edwards en su orientación y en su testimonio del siglo XX, continuando en la segunda mitad de la centuria la misma obra que aquél hiciera durante la primera.
ORÍGENES Y PRIMERAS OBRAS
Alfonso Calderón Squadritto llegó al mundo el 21 de noviembre de 1930 en la ciudad de San Fernando. Hizo sus estudios en Los Ángeles y en Temuco, partiendo a Santiago para estudiar en el Internado Barros Arana, cuna de tantos otros intelectuales chilenos. Luego, estudió pedagogía en castellano y periodismo en el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile.
Desde niño, en su época de estudiante, se había hecho fanático de la lectura de "El Peneca" y algunos famosos cómics internacionales como "Mandrake" y "Dick Tracy". Era asiduo lector, además, de las crónicas de Edwards Bello en el diario "La Nación". Esta sería su principal influencia literaria, como veremos. Publicó su primer libro de poemas con sólo 18 años, titulado "Primer consejo a los arcángeles del viento", en 1949. A partir de 1952 comienza a ejercer en el periodismo para los diarios de la ciudad de La Serena "El Día", "El Serenense" y "La Serena".
Calderón era un tanto bohemio. En algunas de sus memorias recuerda visitas al famoso local de "Il Bosco" de la Alameda Bernardo O'Higgins, donde transcurría buena parte de su vida, al parecer. La poesía sería donde más golpearía con sus trabajos propios. Uno de los más celebrados es "El país jubiloso", publicado en 1958. En 1961, le tocó a "La Tempestad" y, al año siguiente, "Los cielos interiores".
Comenzó a incursionar en la antología en 1964, con su "Antología de la fábula" y, al año siguiente, "Antología de leyendas y tradiciones". Desde allí en adelante jamás se desprendió de este género, salvo por breves períodos. De hecho, a su inmenso trabajo de recopilación y selección de escritos antes publicados en diarios, revistas y otros soportes, le debemos la virtual "salvación" de las obras de grandes autores nacionales como Augusto D'Halmar, Teófilo Cid, Ricardo Latcham y Martín Cerda.
En 1965 se incorporó a la revista "Ercilla", haciendo comentarios de libros. Al año siguiente publicó "Grandes cuentos humorísticos".
ALUMNO DE EDWARDS BELLO
Calderón era asesor de la Editorial Zig-Zag, y desde ahí intentó contactar al huraño y maduro Edwards Bello para convencerle de publicar una crónica. Pero la reacción del escritor le resultó frustrante, pues en lugar de entusiasmarse, le espetó con severidad: "Pierde su tiempo, con crónicas no se hacen libros". Pese a ello, Calderón siguió adelante en sus planes, por fortuna, llegando a hacer gran amistad con Edwards Bello y convirtiéndose en su principal alumno. Las primeras tres antologías del autor las publicó en 1966: "Recuerdos de un cuarto de siglo", "Nuevas crónicas" y "Hotel Hoddó".
En otro paralelismo con Edwards Bello, cuya obra también rescató a través de recopilaciones como"El Subterráneo de los Jesuitas" (posteriormente rebautizado "Mitópolis"), también comenzó a incursionar en el rubro memorialista. Al año siguiente, participa en el Encuentro de Escritores Latinoamericanos y publica también "El cuento chileno actual: 1950-1967". Ese mismo año se suicidó Edwards Bello, viendo la luz, de la mano de Calderón, su antología "Crónicas del centenario". Prosiguió en la tarea de recopilar el archivo del malogrado cronista. Hacia 1969 lanzó "Andando por Madrid" y "Memorial de Valparaíso".
En 1970, Calderón publicó su primera novela: "Toca esa rumba don Azpiazu". Para 1971, mismo año en que publica "Antología de la poesía chilena contemporánea", se incorpora al equipo de Editorial Quimantú, poco después, para la colección de libros de bolsillo sobre temas sociales "Nosotros los Chilenos". Uno de los libros más oportunos de recordar en nuestro actual contexto sobre esta serie, fue el número 43, de su autoría, titulado "Cuando Chile cumplió 100 años", de 1973. Allí dio rienda suelta a sus talentos como investigador y ensayista.
Sin embargo, como Quimantú había surgido como casa editora estatal y de difusión ideológica luego de la expropiación de la Editorial Zig-Zag, el alzamiento militar del 11 de septiembre de ese año sorprendió a Calderón comprometido con la Unidad Popular. Acababa de publicar su libro de poemas "Isla de los bienaventurados", uno de los que más se le celebran.
Pese a todo, Calderón ya tenía un buen grado de prestigio y reconocimiento público, que le permitió seguir publicando obras como su "Antología poética de Gabriela Mistral" en 1974. Incluso se permitió trabajar en revistas contrarias al régimen, como "Apsi" y "Hoy". En 1979 recibió el Premio Municipal de Santiago por su trabajo "Poemas para clavecín", publicado el año anterior, algo sorprendente en el clima de fuerte ionización política que había en el ambiente, pero que se explica por la objetividad con que exigía ser evaluado un trabajo de tanta calidad como el suyo.
Joaquín Edwards Bello, hacia 1930.
SU CONSAGRACIÓN
En 1981, Calderón se ganó un puesto como miembro de la Academia Chilena de la Lengua. En 1984, publicó su "Memorial del viejo Santiago: imágenes costumbristas", un verdadero documento de culto entre los investigadores urbanos de la Capital de Chile. De sus memorias en París surge en 1988 "Una invisible comparsa", libro patrocinado por la Embajada de Francia, el Ministerio de Asuntos Extranjeros de ese país y el Instituto Chileno-Francés de Cultura de Santiago. Posteriormente, en 1993, asume como Subdirector de la Biblioteca Nacional y Director del Centro Barros Arana y de la revista "Mapocho" en la misma institución.
"Memorias de la Memoria" es una serie de siete volúmenes que comienza en 1990. En 1995, Calderón empieza a publicar sus diarios de vida en la serie que inicia con "La valija de Rimbaud", que abarca el período de su vida entre 1939-1952. Había comenzado a escribirlo el 25 de enero de 1939, al día siguiente del terremoto de Chillán y mientras vivía en Lautaro. En 1997, ve la luz "Una bujía a pleno sol".
En 1998 verá consagrada su vasta obra, al recibir el Premio Nacional de Literatura. Fue capaz de ganarle en la disputa a Volodia Teitelboim, Fernando Alegría, Guillermo Blanco y Enrique Lafourcade. El entonces Ministro de Educación José Pablo Arellano defendió esta decisión del jurado en base a "la lucidez, profundidad y variedad del ensayista, crítico, novelista, poeta y antólogo". Pero al recibir el premio, Calderón declaró con humildad:
"Sin Joaquín Edwards Bello, yo no existiría".
La serie autobiográfica de su diario, en tanto, continuó con "Cayó una estrella" (1952- 1963), "El vuelo de la mariposa Saturnina" (1964- 1981), "El olivo viejo que lloraba" (1981-1989), "El misionero involuntario" (1990-1993) y "En el bosque de Macbeth" (1993-1996). El año 2001, recibió el Premio Municipal de Poesía de Santa María de los Ángeles.
El año 2008, publicó un libro notable: "Venturas y desventuras de Eduardo Molina", con las semblanzas de un famoso periodista charlatán y cuentero, el Chico Molina, que había conocido más de 50 años antes pero cuya fama se había extendido en el tiempo casi como una leyenda entre los intelectuales chilenos. A la sazón, Calderón era académico de varias universidades y gozaba de una enorme fama en el ambiente intelectual chileno.
LA PARTIDA
La mañana del sábado 8 de agosto de 2009, Alfonso Calderón declaró a su esposa sentirse un poco mal, mientras se disponía a leer la prensa. Todo pasó con la velocidad del rayo: a las 9:25 falleció fulminado de un súbito infarto al miocardio, ante la desesperación de sus seres queridos. Uno de los más grandes de la literatura chilena, así, no pasó agosto; no estuvo para estas Fiestas Patrias y no llegó tampoco al famoso Bicentenario nacional, pese a merecer tanto estar presente en él. Tenía 78 años de edad.
Al parecer, Calderón no era creyente de otra cosa que el poder de la intelectualidad y la cultura: sus restos fueron velados en la Universidad Diego Portales (donde era decano de la Facultad de Comunicación y Letras) y luego cremados en una ceremonia también sin carácter religioso, tal cual alcanzó a solicitarlo en vida.
El día 14, en el diario "La Segunda", Jorge Edwards escribía lo siguiente:
"Ahora, después de la muerte repentina de Alfonso Calderón, compruebo que la memoria chilena, la del siglo XX y la de épocas anteriores, comienza a mostrar carencias bastante difíciles de llenar. La memoria, que en apariencia importa poco, de alguna manera lo es todo: lenguaje, historia, recuerdos compartidos que forman parte de una identidad colectiva. No hay nada peor que un pueblo amnésico, y en cierta medida, en nuestra desaprensión, en nuestra barbarie modernizada, tendemos a serlo: descuidados, olvidadizos, desprovistos de atención y de respeto. Otro de los boxeadores de Teillier recordados por Calderón se peinaba con raya al medio y se preciaba de que después de una pelea a doce rounds nadie fuera capaz de despeinarlo. Tres hermanas bonitas estaban locas por él, y hasta la madre, que había sido atractiva en sus buenos tiempos, las acompañaba a verlo porque esperaba que “le tocara algo”. Ya ven ustedes: las historias de boxeo, que apasionaban a Ernest Hemingway y a Julio Cortázar, están llenas de posibilidades en la literatura. Para escribir hay que leer mucho, pero más bien conviene huir de lo libresco".
"Alfonso Calderón sabía historias extraordinarias de los viejos políticos, de los antiguos poetas y escritores, de los cantantes y los héroes populares de antaño. Me he dedicado a leerlo en estos días y en estas noches, como homenaje personal y privado, y lo he pasado sumamente bien. Me he arrepentido, incluso, de no haberlo leído más cuando estaba vivo y de haber perdido así, debido a ese descuido nuestro tan nacional, la oportunidad única de comentar con él sus relatos. Pero así somos: creemos que hay tiempo para todo, y la verdad es que no hay tiempo para nada. Calderón cuenta historias notables de Eduardo Molina Ventura, el Chico Molina, poeta sin poemas, de Acario Cotapos, de Pablo Neruda y Vicente Huidobro, de muchos más. Se sirve de su experiencia directa, de sus conversaciones con los personajes y de lo que ha escuchado sobre ellos. Su prosa es un pozo de anécdotas, de nombres interesantes, de escenarios curiosos. No he dicho, a propósito, nombres célebres, porque no siempre se trata de eso. Este es un memorialismo que rescata a personajes olvidados, o que nunca fueron conocidos, y que los pone al mismo nivel de los famosos, con lo cual la escritura se acerca mucho a la ficción novelesca".
Parafraseando la frase de Calderón al recibir el Premio Nacional, el también alto galardonado escritor Armando Uribe, declaró de él en un medio:
"Si Joaquín Edwards Bello sigue vivo, se lo debemos a Alfonso Calderón".
El domingo 30 de agosto de 2009, se realizó en su memoria una ronda de declamaciones de poesía en el marco de la 11ª Feria del Libro de Ñuñoa. En la mesa de oradores, con Alfredo Lavergne al centro, estuvieron formando parte de este homenaje su hija la poetisa Teresa Calderón y su nieta Lila Díaz Calderón, ambas herederas también del talento y la vocación por las letras y los versos.


Ronda de poetas en la 11ª Feria del Libro de Ñuñoa. De izquierda a derecha, la tercera en la mesa es la poetisa hija del escritor, doña Teresa Calderón, y la quinta sentada es su nieta, Lila Díaz Calderón, también poetisa.

sábado, 14 de marzo de 2015

ACTAS DE (mala) FE: POESÍA CHILENA ACTUAL DE MUJERES EX-CÁTEDRA (2)

ACTAS DE (mala) FE: POESÍA CHILENA ACTUAL DE MUJERES EX-CÁTEDRA (2): Para la nota introductoria y la primera poeta comentada, ver http://malafepiedranegra.blogspot.com/2015/03/poesia-actual-de-mujeres-ex-cat...


Lila Calderón



Nació en La Serena en 1956. Es poeta, narradora, audiovisualista y artista plástica. Ha publicado los libros de poemas Balance de blanco en el ángel triste de Durero (1993); In Memoriam (1995); Por suerte había otra vida y Piel de maniquí (1999). Durante el año 2002 publicó los libros: Animalia (cuentos), La gran fuga (cuento) y La ciudad de los temblores (novela infantil), Ediciones Books and Bits, Santiago, Chile. En 1994 obtuvo el Primer Premio de Video-poesía de la Feria Internacional del Libro de Santiago de Chile y el Premio de Adaptación de Guiones de Cortometraje Luchino Visconti del Ministerio de Educación. En 1998, obtuvo el Primer Premio en el Encuentro de Cine y Video del Caribe con La muerte de un poeta, dedicado al poeta cubano Ángel Escobar (Video-experimental). Recientemente (2014) ha publicado Lo que ocultan los vestidos. Ha sido co-autora de influyentes antologías de poesía chilena junto a su hermana Teresa Calderón y al poeta Tomás Harris. 


En "Lo que ocultan los vestidos" (Bordes, 2014) la autora se propone un mosaico de texturas expresivas que se nutren de distintos códigos: el relato, la metafísica, la alquimia, el aforismo, lo coloquial, lo visual, la crónica: "mosaico (...) donde podríamos fijar la silueta de aquello que nos interroga y que al intentar definir, o fijar, se nos esfuma". Con este predicamento y este taller de técnicas verbales mixtas, Lila irrumpe poéticamente en la prosa y prosaicamente en la poesía, donde pueda decir y vivir en primera persona, haciendo que "la libertad que puedo ejercer en el mundo que origino la vivo al conectar elementos heterogéneos, al modo de un collage". 

"Lo que ocultan los vestidos" tiene 10 secciones, una introducción y un epílogo. 3 secciones tienen epígrafes y la octava de ellas, "Cebras y reglas", incluye 2 imágenes del trabajo visual "Liquidación por fin de temporada" (2005) de la poeta. La introducción busca dar al conjunto un hilo conductor y lo hace siguiendo una estrategia autoreferencial y metapoética: se sitúa frente al lector y frente a su propia texto simultáneamente. De allí algunas filiaciones. No hay automatismo pero sí hay mirada oblicua, cubista, hiperlúcida, refractada: "El azar tiene un sistema, un código que hay que interceptar y trabajar...". Declara su cansancio contra el "lleno total" ortegiano, la cultura de masas alienante. Por esa vía engarza con la poesía metafísica que mantiene su línea continua aunque borrosa desde el post-romanticismo y el primer surrealismo en adelante. Poesía de esencias y trascendencias versus apariencias, que indaga en al acto cotidiano como manifestación de fuerzas otras que condicionan al sujeto en un estado de enmascaramiento o revestimiento. Mi lectura de este libro de Lila Calderón apunta a que es ese el vestido debajo del cual está la materia real. Aquello ocultado no es otra cosa que aquello entendido, intuido, salvado de la disolución. Es el acto de apoderamiento de lo real a partir del lenguaje en el sentido, insisto, de la poesía metafísica chilena, que en Díaz Casanueva y Anguita entronca con la filosofía del ser de Heidegger y su máximo expresivo: la poesía es la casa del lenguaje y el lenguaje es la casa del ser. Entonces "lo que ocultan los vestidos" es un cuerpo-habitación que recupera su visibilidad a la par que busca re-apropiarse sus significancias. Visitado pieza por pieza. órgano por órgano, este cuerpo-mansión se vería así:

1a estancia: "Escrituras mortales y metafísicas".

"Todo lo que he escrito aborda el mismo problema: la existencia". Aquí se guarece el miedo al vacío, la vigilancia de un ojo-eje absorbente, como el maelstrom de Poe; un agujero negro o el ouróboros alquímico mordiéndose la cola y girando eternamente. Pero la respuesta es lúdico-lúcida: "juguemos en el bosque ahora que el lobo no está". El rebote de la infancia trae una curiosidad inocente que puede ser cruel, como en esa otra niña "maldadosa" de nuestra poesía hispanoamericana mayor, Alejandra Pizarnik, para quien las flores tutelares del secreto y el misterio tenían el mismo nombre de nuestra autora: lilas. Su idioma es verso silabeado. El decorado de esta habitación es ligeramente gótico, otoñal, umbrío. El órgano que vibra bajo los vestidos en esta estancia es el estómago, porque allí se continúa la digestión del tiempo que deglute al sujeto desde afuera.

2a estancia: "Desplazamiento".

Lo blinda un epígrafe de Jodorowski, ese viejo brujo-mago-loco escapado de su propio Tarot viviente, donde nuestra autora oscila también entre arcanos: Maga, Sacerdotisa, Emperatriz, Loca. En esta habitación el tiempo y el espacio no son coincidentes. Hay registros gráficos de ese movimiento impreciso. Fotografías, retratos borrosos que "tienen su propia religión y viven en otro templo". Las palabras-moldes hacen un tanteo de siluetas para irse acoplando a sus significados-formas parecido a esos juegos de niños lactantes, aún no del todo hablantes, que brusca pero obsesivamente intentan hacer cuadrar las piezas de sus juegos didácticos. "Otra máscara desvanece su guiño y un montón de ropa nos dibuja en el recuerdo". Su idioma es la prosa. El decorado de esta habitación es sepia, azogue, como el reverso de los espejos y el anverso del mismo está empavonado. El órgano es el oído, motor del equilibrio. 

3a estancia: "Absorta ante el paso de la musa".

La habitación más breve. Contiene sólo un enser, el aliento. ¿Por qué está aquí y no dentro de otra como las réplicas interiores más pequeñas en las Matrioskas? Sólo 12 líneas para situarse. Si barajamos en un talego los sustantivos y luego los vaciamos sobre un tapete, quedan en este orden: trino, idioma, flecha, vida, misterio, encanto, gotera, estanque, espejo, lápiz, baile, aliento, musa, nada. Pero el orden también puede ser otro. Se habla un verso casi susurrado. Esta habitación es celeste-agua. Su órgano son los labios, por ellos respira.

4a estancia: "La casa siempre gana".

Esta habitación tiene ventanas hacia el exterior. Su función es instalarse a ver transitar los pobres destinos cotidianos de las vidas programadas, que no se pertenecen a sí mismas. El ángulo da un enfoque urbano amplio. Hay distracción del prójimo y sus nimias aventuras de sobrevivencia. Hay rabia de la cosificación orweliana del sujeto llamado a mejor vida. Pero ¿los sujetos tienen la vida que pueden o la que buscan o la que merecen? Una prosa que a ratos deviene narrativa y deriva en ficción y parábola, con entes que escapan del papel billete y devienen en personajes para finales alternativos. Esta estancia es luminosa pero su luz es chillona, encandiladora. Su decorado es realista en formas pero su contenido es surreal, como en los cuadros de Remedios Varo. Su órgano es la pupila.

5a estancia: "El oleaje que mece las almas".

Un epígrafe de la Yourcenar blinda el dintel: "Poco me importa que los fantasmas evocados vengan desde los limbos de mi memoria o desde otro mundo". Un poema en 6 fragmentos numerados define un intento de buscarle un punto de origen al soplo, al hálito vital, al élan de Bergsson. Ese impulso electivo de saberse alma es un modo de vibración del cuerpo desde un motor inclaudicable. Desde luego el órgano que vibra en esta estancia es el corazón, nombrado con insistencia: el corazón tiene un secreto (II), el corazón estremece con su ritmo (III), el corazón tiene puentes (V), hay algo escrito en ese papiro que envuelve al corazón (VI). Esta habitación recibe mucha iluminación de luz natural, de día. Pero sus cortinas están cerradas.

6a estancia: "Ya vive y se le oye cantar"

Esta habitación está de duelo y de vuelo. El dolor atávico de despedir a un ser que se ama deviene en comprensión y extensión de la presencia en otros niveles. No es resignación o simple resiliencia porque la pérdida no tiene compensaciones y la figura reclamada está en una distancia infranqueable. Se asoma ese tono salmódico, sacramental, transido de intensidad, con un remoto decir elegíaco: "...y me envuelve el destello / donde bailas, Carla, / en el viento, / en todo / cuanto iluminas / con tu vuelo". Esta habitación es blanca, blanco de mármol, blanco de leche. Su órgano son las manos. Tocan algo-alguien frágil, que parece no estar, que viene de lejos.

7a estancia: "Lo que ocultan los vestidos"

Un único texto homónimo al libro, medular, enmarcante. Todas las claves debieran estar aquí. Una primera estrofa ajedrezada recupera el sarcasmo sutil de esta autora para decir que el camino-viaje es solitario, aunque confluyan otros-otras transeúntes. Cada cual es accesorio a la vida de otro, principal sólo a sí mismo. Hay que mantener cierto ritmo de la marcha porque los otros distraen, interfieren "trayendo rumores y nieblas hasta mis oídos". Hacia el final de la segunda estrofa asoma el signo-símbolo que sintetiza el plan y la identidad de la autora, que está también en su nombre: "hay que ir a refugiarse al huerto (...) / en los lirios, que ante la presencia del sol / se animan a confesar / lo que ocultan los vestidos. La palabra deviene flor precaria entonces, sobrepuesta a su rigor eriazo. El lirio pertenece a un orden vegetal que acumula. Se nutre del bulbo subterráneo, que duerme y alterna las hojas con la flor entre invierno o verano. Es el sueño vegetativo o la hibernación de las especies que necesitan estar no expuestas para preservar su energía. Lo que ocultan esos vestidos-pétalos son el rumor de la persistencia. Esta estancia es abierta. Florece. Sus órganos son los pulmones.

8a estancia: "Cebras y reglas"

La prosa y la imagen se alternan para un discurso que parodia otros relatos: la taxonomía zoológica, el análisis jurídico, la sociología. Con estos ecos construye una breve fábula sobre la torpeza de la seguridad y la domesticación del flujo humano en las urbes. El sarcasmo proverbial de esta autora alcanza acá su máxima expresión. Es un texto incisivo y gozoso, pese a ser severo. Proviene de una estancia previa, de circunvolución, de vía de acercamiento. Es un umbral señalizado, no es la morada propiamente tal pero la interpela y se hace perteneciente. Su decorado es gris, de asfalto. Su órgano es el tobillo, la rodilla, el codo: las articulaciones.

9a estancia: "Autorretrato del creador"

Poema y prosa en esta sección-habitación del ser, con un mismo tema en dos facturas: vocalización rítmica en canto llano son los versos -entre parrianos y huidobrianos-, como es el registro operático y el versículo interno para decir un episodio vernacular y oracular que quiere resituarse en un momento inaugural de las eras. La voz masculina de un hablante-Creador teocéntrico cede ante una Diosa tutelar para que pueda mostrarse al fin "lo que ocultan sus vestidos / el poder invencible / de la flor de la vida / que encandila / y volvamos a bailar". En "La fiesta está que arde" se vuelve a hacer ese recuento lastimoso de un Dios en bancarrota representado en su semejanza humana desprovista de todo don de lo sagrado. La aspiración de la autora en esta estancia es actualizar lo profano en nuevos actos con-sagrados de re-creación. La estancia está pintada de un rojo intenso y su órgano es el sexo, que en la mujer se prolonga hacia adentro y en el hombre se vuelca hacia afuera.

10a estancia: "Estampas de la vida diaria"

El corpus más extenso del libro para reunir poemas y textos en prosa de titulación unitaria y contenidos diferenciados, donde el que abre la sección bautiza la misma. Poemas notables como "Grafitti" o "Transparencias" -con un aire a Anguita- engarzan un mandala temático más abierto y menos conceptual, donde se revisita a la familia en cuanto clan o tribu de las primeras lecciones, los misterios de la ciudad o los espacios paralelos que conviven en ella, o la identidad de la poeta devenida en aedo citadina o juglaresa de aconteceres cotidianos. Esta es la estancia más amistosa del conjunto y su decorado es psicodélico, contemporáneo, con gráfica de arte urbano o de rock. Su órgano es la garganta pletórica de voces.

Un epílogo-prólogo circular

El último texto en prosa de "Lo que ocultan los vestidos" es una especie de fábula sobre las percepciones, lo engañoso de asignar sentidos estancos a las experiencias, a los seres, a los objetos. Las cosas hablan y se re-presentan con movilidad, insatisfechas. Se recuerda a Rilke: "Las cosas vienen a nosotros ávidas de cobrar sentido". Este texto implica un sub-relato donde interactúan seres-signos-significados aleatorios que se afectan mutuamente. Este texto bien podría ser el inaugural y permitir una relectura inversa del libro todo, donde la introducción declarativa que formalmente lo abre, sería el epílogo que venga a delatar un plan de acción casi siempre superado por la ejecución misma del producto creativo. Para confirmar esta intuición lectora que señalo, la autora deja caer en la última página una frase matemáticamente sugestiva: "El orden de los factores no altera el producto". Pero es aún más perfecta la síntesis conmutativa del libro si nos atenemos a las líneas finales de este epílogo circunvalado donde lo descifrado se vuelve a cifrar. La verdad sea dicha, nada más hace falta decir de este libro que lo que allí se resume:

"Y esa cortina que cubría todo el fondo de la gruta, era miel derramada sobre una roca que cerraba la entrada al insectario donde habíamos dejado las alas, antes de cambiar de piel para salir a barrer la tierra que aún olía a pintura fresca.".




lunes, 16 de febrero de 2015

En Chordais: Μικρασιάτικα Τραγούδια - Music of Asia Minor and Constantin...

Jardin de Al-Andalus: E.Paniagua

“Animal Cautivo" de Lila Calderón




“Animal Cautivo" de Lila Calderón
Por Isabel Gómez
PLUMA Y PINCEL. Miércoles, 29 de Septiembre de 2010




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“Y quien haya incendiado/ sus originales secretos
tallados en tablillas,/ o grabados en papiro,/
los verá caer allí otra vez/ Como lluvia/ o extenderse/
a modo de subtítulos de vapor/ sobre el cielo
o el recuerdo/ bañándose en las mismas aguas
del principio/ donde nosotros los de entonces
volvemos a ser los mismos”.
L.C.

En su discurso literario la poeta nos introduce en la magia de la creación en donde los íconos y el concepto se unen a través de una mirada, en ocasiones cinematográfica, para mostrarnos una percepción del cosmos y de los sujetos que se adentran en esa dimensión.
Animal Cautivo, nuevo libro poético de Lila Calderón nos sitúa en un escenario donde confluyen tópicos, desde el objeto y el sujeto en creación, esta experiencia poética provoca en nosotros, encuentros y desencuentros de manera constante. El libro está dividido en capítulos que nos adentran en diversas situaciones de vida humana, tanto mística, como metafísica, contemplando las visiones de temporalidad, individualidad y espacialidad. En el primero de ellos: “La Representación de la Tierra”, la poeta describe el planeta a través de situaciones que nos trasladan a espacios cerrados, en donde no es fácil la convivencia, el diálogo, la poeta señala: “El planeta es un rondó carnívoro./ Está todo tan amarrado que el tiempo/ no tiene más que dejarse llevar/ por el desliz del vapor...”. Es allí donde el planeta se nos muestra, a través de caleidoscopios donde las palabras nos introducen en este viaje del ser.
En estas páginas la imagen juega un papel fundamental para entramar los hechos desde una mirada crítica. Cito: “Las risas/ de los que creíamos asistir a un programa en vivo”, en donde este animal cautivo, observa, analiza y cuestiona la existencia, con la intención de disponernos a ser espectadores de paisajes donde percibimos el dolor del ser moderno, la desesperanza, pero también la esperanza de contemplarnos a través de la palabra, otorgándole un nuevo sentido a las cosas. “Alguna vez fuimos caníbales,/ tiernos e inocentes animales que se dejaban llevar/ por la ceremonia de la vida.” Nos señala la poeta como una forma de retornar a nuestros orígenes, desde allí la vida se percibe a través de instantes donde todo transcurre de manera plácida, casi imperceptible, el sujeto en su mirada más primigenia, donde pareciera que el destino está predeterminado como una ceremonia.
En el segundo capítulo. “La revelación del fuego”: El sujeto se ve enfrentado a la angustia de la existencia, “somos tortuosamente circulares”, como un pensamiento que redunda en nosotros hasta “saturar las palabras”. En estas páginas, “Todo es ver y quemar,/encender y entender./ Luz que ciega desde una hoguera continua/ para envolver en su rito la piel/ de los transeúntes esparcidos tras las brasas del artificio”.
La poesía nos permite estar atentos a los cambios del sistema, a mirarnos más allá de sí mismos, todo esto con el objeto de comprender aquello que habitamos y nos habita, con la intención de construir identidad, desde la existencia misma del poema.
En el discurso poético de Lila Calderón se inscriben una serie de elementos que van mucho más allá de una línea formal de creación, otorgándole un sello particular a su escritura, esto hace que nuestra experiencia lectora se traslade al mundo de la magia, la alquimia, la religión, la mitología, entre otros cuerpos temáticos que recorren sus textos. Cito:“Una fotografía sobreexpuesta/ se instala en la memoria./ Alquimia resignada donde se desvanecen iris/ o dilatan pupilas,/ y todo contraste que aliente la comparación/ en el desconcierto del blanco y negro/ que la muerte esculpe/ a la luz del nuevo día”.
El sentido de orfandad del ser actual está implícito en estas páginas, los sujetos se mueven entre confusos túneles desde los cuales hay que liberarlos, porque el poema está allí, entre nosotros, vigilante. Acechando las reflexiones de lo real e irreal. Cito:“Y entre tanto silencio,/ una danza de clones/ se mirarán uno a uno/ con la angustia existencia/ de una célula madre perdida” La escritura es una testigo silenciosa que transita como un ser sigiloso por la vida, atenta al acontecer, a devolvernos las emociones que algún día fueron sujetos adentro del mundo, lugar de encuentro para que otros vuelvan a reencontrarse con sus orígenes. Es así como la poesía se llena de símbolos y esencias que van configurando cuadros dialogantes más allá del discurso implícito en las palabras.
“El agua o la fuente de lectura”, es otro capítulo que nos adentra en la lectura de este animal cautivo, sin tiempos controlables donde transitar, sin rutas certeras, aquí, lo abisal es el desafío, la pregunta que nadie responde, “Entre charcos de lluvia y reflejos/ encontraron una frase,/ una oración atávica./ Convertida en imagen/ vieron proyectarse/ una mujer de barro que soñaba/ con el cielo rociado desde una copa de oro...”
Animal Cautivo es la imagen que nos traslada al sujeto de hoy. Interpreta la realidad de aquellos que coexisten desde las interacciones, escapando de su yo para enunciar las circunstancias del otro, porque: “...Todo ocurre simultáneamente en algo que ya no es presente/ sino vida/ Aguas del libro prometido”.
La poeta se identifica con temáticas que determinan lo colectivo y lo individual de nuestra cultura americana, desde un discurso en donde la armonía de lo ritual, se impone con un sesgo ancestral que muchas veces va más allá del imaginario lector.
La animalidad del ser se construye y desconstruye constantemente como una forma de proponer otra realidad, aquella que denuncia la fragmentación de los sujetos sociales y la escasa o nula pertenencia a su terruño.
“Y quien haya incendiado/ sus originales secretos tallados en tablillas,/ o grabados en papiro,/ los verá caer allí otra vez/ Como Lluvia/ o extenderse/ a modo de subtítulos de vapor/ sobre el cielo o el recuerdo/ bañándose en las mismas aguas del principio/ donde nosotros los de entonces volvemos a ser los mismos”. En su discurso literario la poeta nos introduce en la magia de la creación en donde los íconos y el concepto se unen a través de una mirada, en ocasiones cinematográfica, para mostrarnos una percepción del cosmos y de los sujetos que se adentran en esa dimensión.
En el capítulo: “La era del aire”: “Alguien advirtió los peligros del ciberespacio/ y adelantó su protesta como una profecía...” La poesía de Lila Calderón trasciende los espacios de la realidad, aquí la palabra circula como una órbita que va llenando los zonas que se interrogan a sí mismas.“Cito:... Las palabras nos sobrevuelan/ flotan en el espacio/ navegan buscando el gran secreto”. En estos versos la poesía es vista como una divinidad que nos permite humanizar los entornos, socializar nuestros sentimientos y emociones más allá del discurso poético.
En “La lejana mitología”: nos señala: “Soy una estrella extinguida/ que con su luz cruza el tiempo/ que no existe ni hoy ni mañana ni siempre...” La negación del tiempo mediante la enunciación de aquello que no existe, que se ha extinguido, o que no logramos percibir con claridad, nos transmite la sensación de ser sujetos mutantes, a través de la palabra nos trasladamos más allá del tiempo, mientras los hechos transcurren perceptibles e imperceptibles a nuestro ser temporal.
“Bastarían unas cuantas flores sobre el césped/ unas alas lo suficientemente fuertes/ como para trasladar a dos fantasmas por la vida...” El discurso poético es rotundo para enunciar las cosas y además metamorfosearlas con la intención de transformar la realidad para darle un nuevo sentido, una nueva construcción a los hechos y las situaciones vividas.
En el último capítulo: “Epílogo”: Pareciera que en esta ocasión el epílogo es otra forma de volver la mirada hacia nuestras subjetividades, a pensar el discurso poético como una forma regenerativa permanente, una manera simultánea de crear y recrear la palabra desde sí misma, desde las infinitas formas de sentir y de involucrarnos en la creación literaria porque, como nos dice la autora: “A veces creo que me voy a abandonar al abrir los ojos./ Pero no es ése el escape. Es sólo otra puerta...”











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